Álvaro García ha sido el ganador de la última edición del Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe. Lo entrevistamos para conocerlo mejor y descubrir cuáles son sus proyectos a corto plazo.
¿Cómo nace Canción en blanco?
Casi sin querer. Fue una consecuencia no programada del amor. Acababa de escribir un ensayo sobre la poesía involuntaria. De pronto, una chica muy especial, muy diferente, y yo caímos en un amor intenso. Nos quedábamos en un pequeño hotel junto al mar y allí me puse a trabajar en tiempo real, de nuevo a la busca de la totalidad. Había escrito y publicado dos poemas largos. Y había pensado siempre que faltaba el tercero, el que completara el tríptico de la plenitud, de la reconstrucción poética que me diera esperanza en el mundo y les diera un poco de esperanza a todos los que leyeran o, mejor, escucharan el poema. Creo que los poemas largos se captan mejor leídos en voz alta. Todo tenía de pronto sentido poético, todo lo grande del mundo se prestaba a ser comprendido en lo pequeño, en el pequeño universo de nuestra existencia juntos. Me di cuenta de que llevaba años reflexionando sobre realidades e irrealidades que necesitaban que llegara un momento así para tener (el poema y yo) salud verbal y energía de totalidad. Escribía con ella al lado un poco lo que iba pasando, lo que íbamos viendo por la ventana o en la tele del cuarto. Las obsesiones del poema debían ser las mismas que tenía yo de años en la cabeza y en el corazón, pero organizado en la música y en el sentido de ese instante. El poema tenía, además, que parecer casual, involuntario. Parecer lo que era en el fondo; un no programado hijo del amor, ya digo. Y, llegado el caso, tenía que sobrevivir a todo, incluso a aquel amor, por lo que añadí versos muy concretos sobre la muerte y el olvido. Como el poema habla también, en los pareados en que la conciencia sale bruscamente del cuarto, de la invasión militar de un país que los amantes ven por la tele, el poema cerraba la trilogía valiendo para la vida y para la muerte. Todo, en el tiempo de lo que pasaba en el cuarto, en el mundo y en mí, pero como si no hubiéramos estado, tal como ocurre en los hoteles al medio día siguiente de la partida.
En el Festival Eñe, durante la primera lectura pública de Canción en blanco, apunté una reflexión tuya: “en la poesía, no cuento mi vida, sino que cuento con ella”…
La tengo en cuenta, sí, en vez de contarla. Hice otro ensayo sobre esto, Poesía sin estatua. Lo interesante en poesía no es para mí contar o copiar la vida, sino seguir el procedimiento de lo vivo. El movimiento, el enigma y la desaparición.
De entre las 957 obras presentadas este año al Premio Loewe, el Jurado eligió Canción en blanco, entre otras razones, por considerar un “reto novedoso” escribir un solo poema en vez de un poemario. Hay ilustres precedentes, claro, pero, más allá de cerrar el tríptico que antes nos decías ¿por qué un único poema?
Por eso de la búsqueda perruna de la totalidad. Creo que también un poco por temperamento mío y del poema, por ilusión de temporalidad, de acoplamiento físico con el argumento de lo que se habla. La duración, en poesía, es parte del argumento. También esto sigue el procedimiento de la vida: en el amor, la duración es parte del argumento. Duración objetiva o duración interior, no hace falta que lo diga.
Cuando se hizo público el Fallo del Premio Loewe, el poeta Luis Antonio de Villena señaló dos influencias en Canción en blanco: El cementerio marino, de Paul Valéry, por sus raíces filosóficas, y Razón de amor, de Pedro Salinas, por la temática amorosa. ¿Te sientes cerca de estos autores?
Me siento deudor del temple mental de ambos. Las raíces de pensamiento de todo poema están en la propia vida, pero la disposición a escribir suele estar ordenada por lecturas, que en mi caso incluyen sobre todo a poetas de apariencia fría.
Destacarías, entonces, otras inspiraciones…
Otros poetas de apariencia fría: Pound y Eliot. De ellos y de Apollinaire he aprendido a tratar de ser casual, ligero, para decir lo hondo. De Pound he aprendido a buscar simultaneidad. Los pareados de mi poema se acuerdan de los de Zona de Apollinarie y de los de Prufrock. Sin olvidar Piedra de sol de Octavio Paz, quien dice luego en prosa, a propósito de Espacio, de Juan Ramón Jiménez, ideas muy estimulantes sobre esto de la totalidad y la simultaneidad.
Llevabas sin publicar poesía desde 2005 y, mientras, te has dedicado a otros géneros, como el ensayo. Citando a Valéry, señalaste que ganar el Premio Loewe es la “recompensa al final de un pensamiento”. ¿El Premio Loewe, además de recompensar, crees que va a incentivar tu creación poética?
Sin duda. La poesía tiene sentido siempre, y creo que volverá cada vez más a nuestra sociedad; un premio como éste ayuda a que eso ocurra.
¿Qué proyectos literarios tienes entre manos?
Acabo de terminar mi primera novela. Y este verano he vuelto a hacer algunos poemas breves, con cierta excitación de reencuentro quizá porque este ciclo de poemas largos que se cierra con Canción en blanco ha ocupado diez años de mi vida.
Canción en blanco verá la luz en marzo de 2012 dentro de la Colección Visor de Poesía.