La ceremonia de entrega de los Premis Internacionals Terenci Moix ha reunido el pasado jueves en el Palau de la Música Catalana, en Barcelona, a un público numeroso, variopinto y cómplice; un público dispuesto no sólo a arropar a los premiados sino también a los organizadores y a celebrar el recuerdo y el espíritu de Terenci Moix que impregna los premios, tan cercano, casi familiar, como abierto y cosmopolita.
Los Premios, que cuentan con el patrocinio de la Fundación Loewe, entre otras instituciones públicas y privadas, han sido concedidos en esta ya octava edición a personalidades como el escritor Sami Naïr, la actriz Ángela Molina, la cantante Juliette Greco, el cineasta Jaime Camino o la bailarina Tamara Rojo, entre otros.
La delicada situación económica actual no ha afectado a la cuantía de unos premios que, como confirmó con humor Ana María Moix en su discurso de bienvenida, sigue y seguirá siendo de un euro, libre, además, de cargas fiscales. El problema de los continuos recortes presupuestarios y estrecheces económicas por las que pasa en estos momentos la cultura estuvo presente en las intervenciones de buena parte de los premiados.
“La cultura no es ornamento, es fundamento”; la frase de Ferran Mascarell, Conseller de Cultura del Govern de la Generalitat de Catalunya, al final de la ceremonia sirvió de resumen y acuse público de recibo.