Conociendo mejor a Orlando Mondragón, ganador del XXXIV Premio de Poesía Loewe

Orlando Mondragón ha pasado a formar parte del Palmarés del Premio Internacional de Poesía FUNDACIÓN LOEWE, siendo el primer poeta menor de 30 años en ganar el premio. Es por ello que charlamos con él para conocerle mejor.

 

¿Dónde sueles escribir? ¿Hay algún lugar que te inspire especialmente?

Me gustaría seguir escribiendo con lapicero y papel como lo hacía antes, pero últimamente tomo muchas notas en el celular, así intento atrapar ese pez escurridizo y caprichoso al que llaman inspiración. Siempre estoy atento a cuando pica el anzuelo y debo jalar del hilo de la caña en donde sea que me encuentre.

La corrección de los poemas los hago generalmente de noche, en el escritorio de mi cuarto, bajo el amparo de mis libros.

Mucha gente piensa en la poesía como un medio para escapar de la realidad. ¿Estás de acuerdo o crees que la poesía de alguna manera toma la temperatura de lo que sucede en nuestra vida personal y en la sociedad en su conjunto?

Para mí funciona de ambas maneras. Acudo a la poesía para descansar de mi vida cotidiana y encontrar un espacio seguro. Pero también es cierto que hay poemas y poetas que me sacuden, que hacen de sus versos una lupa minuciosa para examinar el clima de nuestro tiempo.

Creo que hablar sobre lo que sucede en el mundo es inherente al acto de escribir. La tarea del poeta, en cierta manera, sigue siendo la de devolver su sentido a las palabras de la tribu y esto implica tener los oídos alertas para escuchar lo que está aconteciendo.

Incluso a nivel personal el mundo influye en cómo pensamos y actuamos. La forma en que establecemos nuestros vínculos cambia constantemente, por ejemplo, no es lo mismo enamorarse hoy que en el siglo XV. Es más, no es lo mismo enamorarse hoy que hace 50 años. Y esto se refleja en la poesía. En ese aspecto, me gusta pensar en los poemas como en los anales donde se escribe la historia del pensamiento y las emociones.

¿Qué te inspira o te impulsa a escribir?

Pedro Mairal dice que hay una cosa un poco sonámbula en la escritura. Yo también lo creo. Pienso en la inspiración como una intuición que se consolida de pronto, una emoción preverbal que encuentra sus palabras. Y hay que seguirla, pues se escapa.

De manera más concreta, escribo sobre lo que me atraviesa. Puede ser una emoción, algo que vi en la calle, una experiencia mía o incluso ajena, una palabra que escucho de paso y que desencadena un recuerdo; no sé, muchas cosas.

¿Compartir experiencias personales en tu trabajo te ha hecho sentir emocionalmente desnudo ante tus lectores?

Claro. Por más distancia que uno trata de crear entre lo que se escribe y la vida privada, siempre hay un rastro de quiénes somos en la escritura, algo que se devela y que queda expuesto ante los demás. Y claro esto nos deja vulnerables. Pero si un poeta no se permite ser vulnerable, ¿entonces quién?

¿Crees que el ritmo de la vida moderna es aliado o enemigo de un poeta?

Yo digo que enemiga. Para leer poesía, al menos en mi caso, necesito otro tipo de concentración, pausar la mente para observar cada palabra y cada corte versal. Me pasa que cuando leo un poema de prisa no me dice mucho, pero cuando regreso a él y le doy su tiempo, encuentro su ritmo, su latido interno, luego me maravilla.

¿Ser poeta es una forma de disfrutar y celebrar los aspectos compartidos de la condición humana, o te hace sentir como un extraño?

Lo primero. Si escribo es para compartir mi asombro y lo que me atraviesa.

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